Walk On The Wild Side, Lou Reed (1972)
“Pero si este tipo ni siquiera canta!”
Aún no comprendo cómo es que me costó tanto tiempo en reconocer el genio de Lou Reed. Es un hecho que durante varios años me resistí muy tercamente –en mi estilo tan propio- a apreciar su música. Recuerdo que mi amigo Andrés, gran fanático, intentó durante mucho tiempo y de todas las maneras posibles hacerme entender. Hoy me es difícil incluso recordar cuál era la raigambre de mi aversión; de lo único que estoy realmente seguro es que mi argumento favorito para desestimar a Lou era: “pero si este tipo ni siquiera canta!”. Pobrecito de mí, ciego como un topo y sordo como una puta pared. Estaba rechazando precisamente una de las cosas que hacen a Lou el genio que es.
Algún periodista imbécil le preguntó una vez al gran Woody Allen por cuál de sus películas le gustaría ser recordado en el futuro, o algo así. Sabia y realísticamente, Woody replicó que lo que en realidad le gustaría es ser recordado no por una película en particular, sino que por todo un body of work, algo que pudiera “ser material para un festival a la matinée durante un par de semanas”. Es muy probable que en el futuro esto efectivamente ocurra, tal como debería también suceder con la monumental obra de este otro judío clever de Brooklyn, Big Bad Lou.
Es por esa misma razón que intentar elegir una sola canción dentro del inconmensurable catálogo Reediano es un ejercicio, si no infructuoso, al menos francamente desalentador, especialmente para un fanático acérrimo como yo. (Así es, finalmente vi la luz.) Si terminé eligiendo Walk On The Wild Side no es porque crea que es la mejor canción de Lou ni mucho menos, sino porque muestra hasta donde alguien puede cantar una canción sin realmente cantarla. Es que hay muchos años de circo detrás de ese fraseo, contenido y preciso como mecanismo de relojería.
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