Soundtrack Vital

Un compendio irresistiblemente evocador inspirado en los accidentes vitales de Lucho Tapia y Guary Opazo.

Saturday, June 02, 2007

Charlotte Sometimes, The Cure (1984)

Un sueño


...ella ha decidido escapar, no puede aguantar quedarse un minuto más. Ha cargado su mochila con sólo un par de cosas (más por efecto visual que otra cosa…) y ha comenzado a caminar hacia afuera del edificio (¿la institución?) Afuera hay conmoción, parece que alguien da la alarma con un grito "Charlotte se está escapando!"... también hay gente (¿otros pacientes? ¿enfermeros?) que vociferan, que tratan de detenerla con palabras, convencerla de que no se vaya. Charlotte no está en completo control de sí misma, gesticula con las brazos como diciendo "no se me acerquen", sacude la cabeza. Cuando me entero de lo que está pasando, corro hacia afuera y la veo. Está en la calle, caminando de espaldas con paso arrastrado y errático. Viste unos jeans de hombre muy gastados y sueltos, una miserable camiseta a rayas horizontales y zapatillas de lona de un color indistinguible; su pelo esta suelto y desordenado. La mochila a medio llenar colgando de su espalda le da una apariencia algo triste, aunque también poética; parece salida de un cuento. No se muestra histérica, aunque si muy confundida, agotada, hastiada. Su cara refleja la mueca de quien quiere entender una intensa y confusa pesadilla. Voy a su encuentro de la forma menos amenazante que puedo, a paso lento pero constante, sin decir nada, tratando de no mirarla a los ojos muy fijamente para no intimidarla. Al fin llego donde ella está y la abrazo muy fuerte. Charlotte no es mi paciente, pero siempre me ha llamado la atención. Ella es el tipo de mujer que se queda pegada en la memoria de los hombres. Su presencia, siempre, ha conjugado el raro equilibrio entre extrema fortaleza e infinita fragilidad. Lo cierto es que siempre me he sentido profundamente atraído hacia ella -cosa que, naturalmente, nadie en el mundo sabe. Trato de calmarla, de brindarle palabras de alivio, mientras su cuerpo tiembla dentro de mi abrazo. "Debo irme, tengo que irme, estoy podrida", repite. Su voz es como la de quien ha perdido toda su fe en todo. Sigo hablándole al oído, muy despacio, pero parece no escucharme, mis palabras no surten ningún efecto. Siento que su agotamiento es tan grande que simplemente no es capaz de echarse a llorar. Ahora intenta escaparse de entre mis brazos, sacudiéndose, pero yo se lo impido abrazándola aun más fuerte. Silencio, jadeos, temblor. Finalmente decido utilizar mi último recurso. "¿Quieres seguir terapia conmigo?", le pregunto. "Sí", responde de inmediato, como impulsada por un resorte, mirándome directo a los ojos por primera vez. "Vamos a estar bien", le aseguro, le repito varias veces. Entonces ella deja de luchar, deja de resistirse. Apenas su cabeza se ha inclinado en mi hombro, siento como su cuerpo se va desvaneciendo, haciéndose pesado, tendiendo a caer hacia el tibio pavimento de la acera. Yo continúo sosteniéndola firmemente, de tal forma que los dos caemos, muy despacio. Yo me siento; ella, tendida hacia un lado, puede apoyar su cabeza sobre mis piernas, finalmente rindiéndose a un instante de quietud. Rayos amarillos de sol entran en sus ojos celestes, llenándolos de un brillo intenso y generando reflejos increíblemente hermosos. Sus ojos no parpadean por un largo rato y miran hacia muy lejos. Pienso en lo extraño que es que sus ojos se vean tan tristes aunque están llenos de sol. Charlotte respira por la boca en intervalos muy cortos. Sus labios entreabiertos dejan ver sus blancos dientes, los más perfectos que yo haya visto jamás. Al fin, mirándola y sintiéndola aquí tan cerca mío, finalmente recibiendo su tibieza, debo asumir que sí, que estoy enamorado de esta mujer. Sé que he destrozado la línea que separa la salud mental (la mía y la de ella) del desorden absoluto: he decidido hacerme cargo de ella en todos los sentidos, hacerme cargo de sus fantasmas, de sus carencias y de su corazón... Sé clara e inequívocamente que es una pésima elección, pero, diablos… soy yo el que está abrazando a esta mujer imposible, nadie más que yo, así que nadie más puede saber cómo es que mi pecho palpita en este momento. Entonces me olvido de todo y sólo escucho a mis vísceras, les hago caso. Finalmente, con un temor realmente supremo, me dice algo que yo no entiendo: "but you gotta behold of me”.

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