Soundtrack Vital

Un compendio irresistiblemente evocador inspirado en los accidentes vitales de Lucho Tapia y Guary Opazo.

Saturday, June 02, 2007

What Difference Does It Make?, The Smiths (1984)

Mea Culpa


Hay ocasiones en la vida en las que uno se equivoca de manera excesivamente grosera. Errar no es pecado en ninguna época ni en ningún planeta, eso está claro. Pero algo muy distinto es despertarse un día y metódicamente desencadenar una serie de acciones, una por una, cuyo efecto global es lo que se conoce como una cagada, una gran cagada. Es la mierda impactando el ventilador. Y claro, lo que debe ocurrir a continuación –y que sí, normalmente ocurre con precisión de oráculo- es que esa mierda (volante, pegajosa) alcanza a alguien, alguien cercano a uno. Alguien que uno quiere. Y entonces, la pesadilla se desencadena: es el quiebre, el odio oscuro, ciego y paralizante, las palabras ponzoñosas y los gestos tan sinceramente funestos. Y luego, cuando la tormenta ha pasado, es que recién se asoma lo que será más difícil de aguantar: la ausencia, el silencio, el abandono. Cuando el gris mata al rojo, las emociones bajan a cero Kelvin, y todo se detiene en su trágico sitio. El sordo horror del desencanto es todo tuyo.

Y entonces, con Hercúleo esfuerzo, sales del agujero en que te encuentras (¿el agujero en que te metiste? ¿el agujero en que te metieron?), y emerges de vuelta a la danza…

…sólo para darte cuenta que no eres bienvenido…

¿Qué hacer?

¿Hasta dónde vale la pena… todo?

Respuesta: depende hasta donde uno esta dispuesto a ir.

Una salida: salir, cerrar los ojos y apretar los dientes, cortar la maleza, salvar lo más importante del naufragio. Desnudas tus tripas frente a tu mejor amigo y le preguntas: “What difference does it make?” “¿Qué más da? Aun saltaría hacia la bala que se dirige hacia ti.” Sí, lo sé, me equivoqué, lo lamento, lo lamento sinceramente y lo lamento en el alma… lo lamento desde el fondo de mis zapatos… pero me niego a perderlo todo, me resisto a perder esto.

Pero él no habla. El es cauto y sabio. Y paciente. Puede esperar años. Años. Pasivo como monje Zen, esperando. Esperando sanar. Y esperando también que tú dejes de luchar, esperando a que bajes los brazos, calmes tu fiebre y te perdones a ti mismo primero.

Mas tú no lo sabes, no lo logras entender todavía. Exiges respuestas a tus urgentes preguntas: “Qué diferencia hace? Me haces sentirme avergonzado de tener sólo dos manos… no más disculpas… estoy cansado y enfermo… hoy me he sentido muy cansado y muy enfermo…”

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